26 octubre 2006

Concursos Literarios: el paso obligado

Es sabido lo difícil que resulta hoy en día publicar una novela en nuestro país, sea cual fuere su temática y, obviamente, dejando de lado la ingrata opción de la autopublicación (de la que en otra entrada hablaré). Por ello el único camino restante para los escritores noveles es presentar sus obras a concursos del género que le corresponda, con todo lo costoso y drámatico que ello conlleva: gastos de impresión, copia, encuadernación y envío por correo; y luego esperar, y no desesperar que es lo difícil, a sabiendas de que la propia obra está mezclada entre cientos de otras de gran potencial.
Las chances de resultar ganador en un concurso no son muy amplias, aún cuando nuestra obra sea genial, y eso se debe a que quienes la evalúan son seres sensibles como nosotros y poseen gustos particulares que tal vez no vayan por los mismos carriles que los propios. Además tenemos que tener en cuenta factores como la predisposición al tema tratado, el humor que el jurado posea ese día, incluso el momento del día en que es leída. Todos estos factores, decisivos en todos los casos, hacen muy reducidas las chances. Otra realidad de los concursos es que existe un grupo de Seleccionadores previos al jurado que hacen una "depuración" de las obras. ¿Por qué? Simple. Ningún ser humano puede leer 100 novelas (200 cuentos) en uno o dos meses, por lo menos pasando de las dos primeras carillas, de manera que a manos del jurado llegan una decena, como mucho, de entre las cuales surgirá el vencedor.
Visto todo esto uno puede pensar que es demasiado poco probable que un escritor novel llegue a publicar su obra a través de un concurso. A no desesperar, además del primer premio existe otro factor relevante a rescatar: La obra es leída, con algo de suerte, por algún editor, y eso ya es mucho decir. Si es buena puede ser rescatada posteriormente.
Por lo tanto, los noveles como yo, nos vemos prácticamente obligados a presentarnos a los concursos... ¡y ganarlos!

24 octubre 2006

¿La Ciencia Ficción es mala palabra?

La discusión sobre la mala reputación que posee hoy en día la Ciencia Ficción (como ya se vislumbraba en los ochenta) surgió en el foro de la Comunidad de CFyF y me pareció interesante dedicarle una entrada en mi blog.
En líneas generales nos encontramos con dos posturas respecto de la Ciencia Ficción, claramente enfrentadas: Están los que la defienden y la cultivan, intentando humanizar los rasgos más ásperos del género, y los que la deploran por completo, evitando incluso pronunciar las dos palabras prohibidas.
¿Por qué esta diferencia tan abismal?
Una respuesta posible es la cuestionable fama que alcanzó la Ciencia Ficción en las décadas del 50 y 60, alentada por la carrera por la conquista del espacio, de manos de hombres que mucho conocía de técnica y poco de literatura. Estoy hablando, ni más ni menos, de la CF dura, la de Asimov y de Clark como máximos exponentes. En esos años había mucho mercado para las aventuras espaciales y eso empujó al género al pozo profundo de la ausencia de calidad literaria. Factor que, a la larga, acabaría imponiéndose sobre la cantidad y volcaría la balanza en contra del género. ¿Hasta qué punto? Hasta el punto de que muy pocos editores se animan a apostar por la Ciencia Ficción, y algunos de los que lo hacen "esconden el rostro" al evitar las palabras prohibidas en la tapa y contratapa de los libros que publican y los dibujos de naves espaciales que tanto gustaban varias décadas atrás.
¿Por qué semejante cobardía?
Por razones de mercado. Tan simple como eso. Hoy en día todos saben que los viajes al espacio son un fiasco. Que no es real, al menos para la gente de nuestro siglo, que se pueda colonizar otros mundos, y mucho menos encontrar vida inteligente con la cual mantener un contacto como el que soñábamos en el siglo XX. De manera que el público tomó la decisión de huirle a los libritos de aventuras en el lejano y frío espacio, con seres tan distintos a nosotros, por las novelitas que tanto nos aburrían en los setenta.
Pero la cosa no se queda allí, no. También parece que todo aquel escritor que se confiese creador de Ciencia Ficción se declara al mismo tiempo contagiado de lepra o de alguna enfermedad terminal similar. Es mal visto en los círculos de escritores "cultos" y menospreciado por los editores de betsellers.
¿Pero, qué piensa la gente al respecto?
Sinceramente, la gente que me rodea no lee. Ya casi nadie lee, vamos. Un libro al año no es leer. Encima un libro que te lo metieron por las narices los publicistas. No, para nada. Pero lo poco que leen varía mucho en contenido y roza, en muchos casos, la ficción especulativa solapada que encubre Ciencia Ficción en el fondo. Los libros ya no dicen "Ciencia Ficción" en sus tapas, pero muchos lo son (tengo en mis manos Buenos Aires 2033, cuyo seleccionador es Gabriel Guralnik, un hombre que está empujando mucho al género en nuestro país, pero que aquí debió dar el brazo a torcer y evitar las palabras fatídicas para solaparlas con: "Cuentos sobre la ciudad del futuro") Otros casos lo nombran como ficción científica, ficción tecnológica, anticipación, etc., pero todas quieren decir lo mismo: esto es Ciencia Ficción, aunque de una forma que no golpee tanto, algo así como es CF pero de la buena, de la humanizada, de la sentimental, o de la que posee una buena historia.
Por otra parte, lo más notable es la aceptación que hay hoy en día por el cuento fantástico, y en menor medida por la novela. Multitud de concursos aparecieron este año al respecto y otros, de temática general, comenzaron a aceptarlos entre sus seleccionados. Ojo que no hablo de espadas y dragones, sino de ficción fantástica en dosis justas y equilibradas.
Para finalizar esta extensa entrada quiero decir que creo que la Ciencia Ficción no morirá, sino que mutará en otras formas de expresión literaria como muta nuestra propia sociedad y realidad diaria.

20 octubre 2006

¿Afición?: Escribir

Inauguro este blog hablando de lo que más me gusta hacer: escribir. Así, con minúsculas por ahora, porque es largo el camino a recorrer. Pero ojo, también son grandes las ganas que tengo y poderosa la afición. Así que espero poder contarles muchas y buenas noticias en este diario, personal pero absolutamente público.
Por lo pronto los invito a leer y disfrutar de 20 viajes en el tiempo creados por veinte plumas anacrónicas, entre las cuales está la mía.