14 junio 2007

Reseña: Premio UPC 2006 de Novela corta de Ciencia Ficción



XVI Premio UPC de Novela Corta de Ciencia Ficción
Colección Nova 201 – Ediciones B – Año 2007
Editor: Miquel Barceló
470 páginas


Había pensado enfocar de otra manera esta reseña pero en estos días me topé con algunos mensajes de pibes que se inclinan a favor de la aventura antes que cualquier otro tipo de temática, y eso me dio que pensar. Primero debería resolver esta cuestión, mucho más de fondo, sobre qué es lo que uno debería encontrar en una novela de ciencia ficción, pero esto es motivo de una extensísima polémica que supera las posibilidades de esta reseña, así que deberé limitarme a aplicar mi visión sobre lo leído.
Me explico.
Cuando abordé la lectura de Trinidad, del chileno Jorge Baradit, lo hice con genuinas esperanzas de sentirme sorprendido y regocijarme, pero, a medida que me hundía en el terreno pantanoso que plantea la lectura de Trinidad, en mi rostro el entrecejo se me iba enarcando. Estaba sintiéndome defraudado, casi estafado, y no entendía bien por qué. Hay muchas imágenes descabelladas en la novela de Baradit, muchas ideas frescas, apenas esbozadas, quizás demasiado entremezcladas, que logran el clima que el autor desea, un aire enrarecido, una desorientación permanente. Eso estaba bien. Muy bien logrado. Entonces, ¿qué me molestaba? ¿La trama trillada, plagada de traiciones entre los personajes que siempre acaban de la misma manera? ¿Las balaceras al estilo Hollywood donde al protagonista no lo roza ni un mísero proyectil? ¿Los muchos guiños del autor hacia su novela anterior, Ygdrasil, que hacen pensar en una suerte de propaganda? No lo sabía. Quizás un poco de todo esto. Aunque en el fondo ya se venía perfilando en mi mente una respuesta a la intriga, decidí postergarla un poco más. Acabé su lectura concluyendo que la idea es buena, que hay realmente “algo” firme allí que eleva un poco el valor de la novela.
Continué con El informe Cronocorp, del español Miguel Ángel López Muñoz, autor a quien conozco de muchas listas de CF y con el que he intercambiado muchos mensajes en forma muy cordial. Leí con atención las primeras carillas y, ¡otra vez!, un nuevo golpe. Sé que Miguel Ángel es matemático. Licenciado en matemáticas. Y esperaba de él una resolución matemática insólita al muy trillado tema de los viajes en el tiempo. Pero no lo hallé. Al contrario, me encontré con una visión endeble de las paradojas temporales y del libre albedrío. “Debo hacer esto porque ya lo hice. No lo puedo evitar. No puedo dejar de hacerlo”. ¿Por qué? No lo dice. Los viajeros del tiempo lo aceptan como algo inamovible y, a mí, un ligero tic en el ojo izquierdo me estaba empezando a molestar. ¿Qué era lo que estaba fuera de lugar aquí? Sí, ya sé, me dije, es lógico. Pero sigamos leyendo para confirmar las sospechas. Un conjunto de relatos interconectados por una corta presentación se extienden por las más de 100 carillas donde, a mi gusto, se destacan el de los cronoasesinos y el del viaje hasta el fin de los tiempos, que es el que me ha quedado dando vueltas en la cabeza por más tiempo.
Continué pero hice trampa aquí —era previsible— y salté a Carne Verdadera, del argentino Sergio Gaut vel Hartman, a sabiendas de que encontraría un punto de apoyo desde donde recomenzar la lectura del libro. ¿Por qué? Porque estaba frente a un producto probado, porque sé que lo que escribe Hartman me agrada, y porque el acento argentino hace que la lectura se simplifique enormemente (para mí, claro). ¡Y me encuentro con un androide con la personalidad de Dick (¿?)! Sí, de Philip Kindred Dick, el autor de CF que más me gusta leer. Raro. Claro que sí. ¿Cómo se puede sostener esto?, me pregunté. ¿Para qué Dick? Y a medida que leía la novela me daba cuenta de que no acabaría por comprenderlo del todo. Y peor aún. Que alguien que desconociera la CF y a Dick (que es prácticamente lo mismo) lo haría menos. Y esta es la piedra de toque, claro. Hartman escribe esta novela para los que ya estamos “en la onda”, no para los primerizos. No para los que buscan aventura por la aventura misma. Aunque no le faltan escenas de acción. Es que Hartman escribe difícil, diría mi esposa. Da muchas vueltas, no es directo, usa y abusa del absurdo —y esto puede que haya sido una contra. Esto y las constantes interrupciones a los diálogos—. Carne Verdadera debió ganar el premio, y sin embargo casi no ingresa a este libro. Basta decir que el editor, Miquel Barceló, decidió incluirlo por las suyas, y lo bien que hizo. Alzó mucho la media. Pero esto tiene una explicación simple. El jurado, este año, ha preferido la CF de evasión y divertimento. Por eso Trinidad, El Informe Cronocorp y Crónicas de Malhaam fueron galardonadas. ¡Ah, pero me estoy adelantando nuevamente! Me faltan dos novelas.
Seguí por el orden normal otra vez y comencé con El fin del mundo, de la estadounidense Kristine Rusch, novela que recibió el segundo premio, o mención especial. Leí el primer capítulo, el del Entonces, que se intercala con el del Ahora a lo largo de toda la novela, y entendí todo. Así de simple. Sólo con el primero. En serio. Al final dudé un momento, lo acepto, porque se plantea una nueva posibilidad, más trágica, más dura, pero no. El final fue el que me imaginé. Y es que está bien escrita, es verdad, pero la historia no es nueva. Para nada. He leído incontables veces el relato en primera persona de un ET que se siente discriminado. ¡Vamos! Eso ya no es innovador. Y ya les digo, al final pudo haber dado un giro inesperado, pudo dejarme con la boca abierta. Pudo. Pero no lo hizo.
Y por último, lo más flojo y extraño: una fantasía de espada y hechicería (o como se diga) con una leve, pero muy leve cubierta de CF. Una joven princesa que asesina con las manos desnudas, que lucha y cae las mismas trampas una y otra vez, que halla seres espirituales, que busca escapar de quienes desean matarla. Estoy hablando de Crónicas de Malhaam, del español y miembro UPC Ángel Luis Miranda, novela que me ha cansado simplemente porque no es la temática que a mí me gusta leer. No digo que no sea buena. Quizás lo sea. Pero a mí me falta tanto de fantasía que no sé cómo calificarla. Tiene un glosario incorporado en la lectura, para las palabras difíciles, que lo hace menos ilegible pero más lento. Tiene buenas escenas. Puede entretener a los jóvenes.
Y acá damos pie al desenlace. El libro es muy heterogéneo, es un poco de cada cosa. Este libro puede entretener a los jóvenes. Es eso lo que me sonaba en la cabeza. No tanto a los que ya consumimos CF desde hace tiempo, pero sí a los jóvenes. Es un buen volumen para los pibes que leen de todo un poco y de nada en particular, para los que están merodeando en los límites de la CF y buscan definir sus gustos literarios.
O no.
O quizás yo esté completamente equivocado. Quizás haga falta un reseñador más asiduo a la lectura por divertimento, quizás yo haya sido muy duro con las novelas presentadas porque suelo exigir más de lo que el autor me puede dar. Porque quiero superación constante. Pero bueno, ese es mi problema. Soy poco transigente. Incluso conmigo mismo. Incluso con esta reseña.