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Llegar a N'zarre ha significado un gran cambio en la vida de mi familia, una renovación importante pero también un reto psicológico. No es fácil abandonar el caos y la agitación de la vida en la Tierra y reemplazarlo de un momento a otro por la completa paz y tranquilidad que reina en N'zarre. Es un trance duro, que requiere de paciencia y comprensión. Dos elementos que escasean en mí, pero que estoy aprendiendo a cultivar.
Educación Onírica a distancia:
Es agotador mantener el contacto con las escuelas terrestres a través de tantos años luz de distancia, pero los psicólogos reubicacionales han sido terminantes en esto: si puedes costearlo, la educación onírica es la indicada. No es recomendable que las niñas cambien de escuela tan pronto. ¡Y vaya que es costosa! Cobran unos cuantos miles de créditos al mes la licencia de los cascos de sueño y la redirección de las clases desde la antigua escuela terrestre. Pero el dinero no es tanto problema aquí, ya que los extras que cobramos por desarraigo son suficientes para cubrir estos gastos. Al menos por ahora.
La literatura y el cortafierros:
No es fácil retornar a la senda de la pluma cuando la realidad se presenta tan exigente, tan física. Aquí en N'zarre hay mucho por hacer, demasiado para el espíritu de un amante del arte y la reflexión. Todo es futuro, todo es potencia. Donde quiera que miro, veo el presente atravesado por la figura fantasmal del mañana, por una transformación urgente e imparable. Sé que de detenerme un momento a disfrutar de los pocos logros obtenidos, será muy difícil retomar el ritmo; así que no descanso. Quiero ver la casa terminada cuanto antes, es mi obsesión.